Siete años

Un cielo azul que no corresponde con la sensación que aprieta el pecho, las ganas de llorar mientras amanece. Este olor tan particular de la iglesia que me transporta a la solemnidad del luto. No estás. No estás. Siete años. Mi espalda ha estado rota por cinco meses pero hoy al fin puedo darte otra vez el pase del gane, el balón filtrado que nos haga ganar el partidito de fútbol otra vez.

Que el sol salga otra vez, que nuestras risas se combinen, que estés aquí.
Pero no.
No.
Así es la vida.

Me tengo que ir. Él me espera, vine a verte, a visitarte, pero llora por el teléfono, es tarde para verme, está desesperado porque vaya por él, porque hagamos cosas, porque juguemos fútbol, por meter un gol, por abrazarme mientras lo festeja, porque sabe cómo tú que hay que vivir.