Instantes respirados

Estoy como vacío.
Quisier hablar, hablar, pero no puedo
no puedo ya conmigo.
[…] Dueña de la esperanza,
paloma del principio,
recógeme los ojos,
levántame del grito.

La Caída – Jaime Sabines

En noches como está, o tal vez madrugadas, las luces se llevan las palabras aunque tenga la cabeza llena de letras.

Respuestas sin tiempo, cualquier problema que pueda existir comparado con la realidad es insignificante, cajas que se abren, carreteras de noche, sueños de diez minutos que en realidad duran treinta, parpadeo que refleja la desdicha de tu día, sol agotador, agua que desconcierta, canciones que sanan, manifestaciones que cierran calles, pizarrones blancos, escaleras que arden, polvo por todos lados, tu sudor te arrastra, tu dolor divisa lo que no quieres ser aunque te quedes en el mismo lugar.

Te escribo sin escribirte porque no lo sabes, tu nombre apareció en mi cabeza y después en mi teléfono, un mal presentimiento, el impulso de marcarte, una llamada sin contestar, una inyección que no dolió, una sensación por saber de ti que se convirtió en mal presentimiento, cinco, cuatro, un tubo que no encuentro, un vaso que no se llena, un mensaje tuyo de hace cuatro horas que sólo dice «Hugo», todo está pasando, atajos que nos pierden, una metamorfosis que te permite hablarme sin llamarme.

Eres más que mi sangre, me alejaste del costal de mentiras con forma de mujer que me seducía, que volará como antes me dijiste, como ahora, me creías todo, me confiabas todo, eres más que mi sangre por eso te busco, y aunque ya no te encuentro estoy contigo.